Abres la rutina, digo, los ojos,
digo, desde que abres los ojos comienza la rutina.
Todo arranca con el sueño,
fucking sueño con el que luchas todos los días.
Después, continúa tu día titulado como la canción de los Stones,
“I can’t get no satisfaction”,
y comes de más, te masturbas de más, fumas de más, ...
y te pasas el día pensando cómo puedes comer menos, fumar menos, masturbarte menos,
pero mientras más lo piensas,
más comes y más fumas y más te masturbas,
y sueñas de menos, vives de menos,
hasta que un día decides no luchar más
y te dejas arrastrar por la rutina.
Con el tiempo, comienzas a olvidarte que una vez
fuiste algo más que esa masa de hábitos que se ha convertido en ti,
o mejor dicho, ya no eres como te llaman sino Don Rutino,
ese que se levanta, groundhog day, groundhog day,
precisa repetición de rituales,
mecánicos movimientos diseñados para no pensar,
un pilot mode que ha tomado control de cada uno de tus órganos
pero sobre todo de tu cerebro,
hasta que un día te das cuenta
que han pasado cincuenta años
y cuando te miras al espejo y te ves todo canoso y arrugado,
con la cintura del tamaño de una de las lunas de Júpiter
y las manos callosas como si una cordillera en miniatura hubiera nacido de tus palmas,
tomas la pistola pero justo antes de darte un tiro en la cabeza,
te das cuenta que no tienes el valor para hacerlo,
así que groundhog day, groundhog day por un día más,
aunque ese día, como es tan similar al resto de tus días,
se alarga por otras tres décadas hasta que como el topo,
una mañana te sumerges en la tierra aunque a diferencia de este,
ya no vuelves a resurgir jamás.
digo, desde que abres los ojos comienza la rutina.
Todo arranca con el sueño,
fucking sueño con el que luchas todos los días.
Después, continúa tu día titulado como la canción de los Stones,
“I can’t get no satisfaction”,
y comes de más, te masturbas de más, fumas de más, ...
y te pasas el día pensando cómo puedes comer menos, fumar menos, masturbarte menos,
pero mientras más lo piensas,
más comes y más fumas y más te masturbas,
y sueñas de menos, vives de menos,
hasta que un día decides no luchar más
y te dejas arrastrar por la rutina.
Con el tiempo, comienzas a olvidarte que una vez
fuiste algo más que esa masa de hábitos que se ha convertido en ti,
o mejor dicho, ya no eres como te llaman sino Don Rutino,
ese que se levanta, groundhog day, groundhog day,
precisa repetición de rituales,
mecánicos movimientos diseñados para no pensar,
un pilot mode que ha tomado control de cada uno de tus órganos
pero sobre todo de tu cerebro,
hasta que un día te das cuenta
que han pasado cincuenta años
y cuando te miras al espejo y te ves todo canoso y arrugado,
con la cintura del tamaño de una de las lunas de Júpiter
y las manos callosas como si una cordillera en miniatura hubiera nacido de tus palmas,
tomas la pistola pero justo antes de darte un tiro en la cabeza,
te das cuenta que no tienes el valor para hacerlo,
así que groundhog day, groundhog day por un día más,
aunque ese día, como es tan similar al resto de tus días,
se alarga por otras tres décadas hasta que como el topo,
una mañana te sumerges en la tierra aunque a diferencia de este,
ya no vuelves a resurgir jamás.
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