Durante algunos años pensé vivir en Miami
donde tendría un backyard
Y un barbeque
Y los domingos comería costillas
Y bebería Budlight
Y me levantaría los lunes intoxicado
Rogándole a Dios que los domingos lleguen rápido.
Después pensé vivir en New York
donde iría a New Jersey los fines de semana
y compraría féferes para mi apartamento en el Bronx
Y comería tanta comida hindú, tailandesa y vietnamita
que terminaría en el psiquiatra psicoanalizando a mi estómago,
aliviando su profunda crisis de identidad.
Después pensé vivir en Madrid
donde mi vida se convertiría en eso que pasa entre goles
Y todos los fines de semana haría botellón
Y me besaría con madrileñas en el parque del Retiro
Y comería callos pensando en mondongo
Y dormiría siesta para no andar despierto mientras todos duermen.
Después pensé vivir en Yemen
Donde mis dientes se caerían de tanto masticar Qat
Y me convertiría al Islam solo por casarme con cuatro mujeres
Y tendría un sótano para bailar sin que nadie se entere
Y se me pelarían las rodillas orando cinco veces al día
Y viviría angustiado por haberme convertido al Islam solo por casarme con cuatro mujeres.
Después pensé vivir en La India,
donde me dejaría la barba larga
y andaría descalzo
y ubicaría la cueva más acogedora de todo el Himalaya
y pasaría años meditando
y alcanzaría el Nirvana antes de los treinta
y regresaría a occidente a exponer en TED
hasta que el Nirvana me abandone,
o yo me canse de andar iluminado.
Al final, solté todo en banda
y regresé a Santo Domingo.
No tengo backyard, ni Central Park.
No veo futbol, y el Nirvana anda lejos.
Lo que sí tengo es un pertenecer,
media isla, un familión, una patria,
dos hijos, una esposa,
y ¿saben qué?
A pesar de toda la mierda
nada se siente mejor que regresar a casa.
donde tendría un backyard
Y un barbeque
Y los domingos comería costillas
Y bebería Budlight
Y me levantaría los lunes intoxicado
Rogándole a Dios que los domingos lleguen rápido.
Después pensé vivir en New York
donde iría a New Jersey los fines de semana
y compraría féferes para mi apartamento en el Bronx
Y comería tanta comida hindú, tailandesa y vietnamita
que terminaría en el psiquiatra psicoanalizando a mi estómago,
aliviando su profunda crisis de identidad.
Después pensé vivir en Madrid
donde mi vida se convertiría en eso que pasa entre goles
Y todos los fines de semana haría botellón
Y me besaría con madrileñas en el parque del Retiro
Y comería callos pensando en mondongo
Y dormiría siesta para no andar despierto mientras todos duermen.
Después pensé vivir en Yemen
Donde mis dientes se caerían de tanto masticar Qat
Y me convertiría al Islam solo por casarme con cuatro mujeres
Y tendría un sótano para bailar sin que nadie se entere
Y se me pelarían las rodillas orando cinco veces al día
Y viviría angustiado por haberme convertido al Islam solo por casarme con cuatro mujeres.
Después pensé vivir en La India,
donde me dejaría la barba larga
y andaría descalzo
y ubicaría la cueva más acogedora de todo el Himalaya
y pasaría años meditando
y alcanzaría el Nirvana antes de los treinta
y regresaría a occidente a exponer en TED
hasta que el Nirvana me abandone,
o yo me canse de andar iluminado.
Al final, solté todo en banda
y regresé a Santo Domingo.
No tengo backyard, ni Central Park.
No veo futbol, y el Nirvana anda lejos.
Lo que sí tengo es un pertenecer,
media isla, un familión, una patria,
dos hijos, una esposa,
y ¿saben qué?
A pesar de toda la mierda
nada se siente mejor que regresar a casa.
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